miércoles, 1 de octubre de 2008

Cordura no te vayas


Mi llamada rompió con el acuerdo establecido y acercó el final.
Penetramos en nuestra inmensidad sin detenernos a contemplar paredes inconclusas sobre dispersos cristales de sensaciones. Cada vez más profundo, el resplandor invade momentos como cuadros constantes en rojos, blancos, grises y negros. Tan brillantes y tan oscuros. Dulces y otros no tanto.

Descubrí tu presencia en la luz ténue de la noche. Una carretera me lleva hasta tu sitio. Y al verte, pasé de la duda a la certeza incolora de tu mirada aunque azul, desprovista de matices. Frío en el cuerpo, culpa, culpa inminente, miedos.

Vuelvo hacia ti la mirada y la tuya está ausente. Pregunto. Tus respuestas sensatas, coherentes y verdaderas, duelen. Y admiro esa serenidad aunque estés roto igual que yo. Culpa que invade mis huesos. Miedo a ser condenado a la soledad y a la insoportable levedad del ser. Mientras hablas el tiempo te rodea y pasas a una y otra banda del camino sin detenerte. Seguro y aunque lento, estás decidido. Sin lágrimas. Seco.

Te persigue mi desahuciada interrogación. Las respuestas duelen y arrastran con una parte significativa de mi mente, dejando mi cordura pendiendo de un hilo. No me ignoras, me escuchas, hablo sin parar. Y tu escuchas porque eres así de noble, honesto, sincero y responsable de tus acciones.

Hablo, y cada palabra me sepulta en el propio estiercol de mi inconsciencia. Y escuchándote mientras aludes formas antiguas, me dislocas dulcemente hasta sentirme desequilibrado y vencido. Cordura que se deshilacha formando delgadas líneas que apenas la sostienen.
Y me condeno por no haber manejado bien los órganos de la acción, manteniendome mentalmente unido al objeto de los sentidos, objetos que estaban saliendo poco a poco de mí, gracias a ti. Lo juro. Pero no hubo tiempo y me extravié con falsas concepciones de la disciplina de mi mismo. Me culpo por haber nacido en un contexto desequilibrado y me azoto por no haber cultivado sino mierda envasada en estuches agradables a la vista.

Y aunque presiono fuerte con mis manos sobre la vereda de tu rostro, los pliegues que se forman en la caída de tu mandíbula, dibujan tu decisión de no seguir. Ahora hay que darle paso al tiempo. Nos decimos -no hay culpables- y respiro con alivio por no sentirme un verdugo y sin embargo, los rápidos latidos de mi corazón activan una angustia que me sumerge en la más grandes de las miserias.

Una sonrisa, dos abrazos, dos jerseys verdes y una historia que suena a melodía de silencio dormido en nuestros costados solitarios. Me costó escaparme de aquel evento cuando diste la espalda deseándome "lo mejor" con sinceridad y mi mirada te siguió hasta que tus pies desaparecieron en esa gran avenida que un día fue responsable de nuestras risas. A ciegas busco la vital salida y el color verde del semáforo me empuja hacia el otro lado de la calle.
Ahora no estás. Pretendo discurrir una fórmula para distorsionar la historia y darle otro sentido pero la verdad dirige mis dedos con fuerza, hacia las teclas que deben ser presionadas. No era un juego, era él último cartucho de esperanza, un cartucho que en vez de acercarte a mí, me convirtió en un ser repugnante.
Entonces estos dos compañeros de viaje decidieron caminar separados, se dijeron que se querían, y desde la ausencia prometieron fortalecer y accionar los conocimientos sean cuales fueran, para seguir en el camino de la vida, cada uno con un poco del otro, moldeando con las bondades, la paz del próximo sendero y agradeciendo el aprendizaje de ese camino recorrido.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno, bueno, bueno! Aunque no es el estilo al que estamos acostumbrados. Siento el olor a visceras en té verde. Me gusta. gracias por recordarme el link. suerte en el concurso.

Anónimo dijo...

cuál concurso?

Anónimo dijo...

tanto la felicidad como las penas hay que vivirlas, culpas? no existen si hubo cosas buenas que merecen ser recordadas. Te ví feliz un día y no pretendas quedarte con la felicidad tu solo para siempre. Recuerda que la felicidad dura poco, y sabes ¿por qué? porque a cada uno nos toca un pedacito de ella.

Anónimo dijo...

cuál concurso? yo no tengo blog pero podemos votar por ti colega. descubrí esto por casualidad y estoy identificado.

cheché dijo...

casualidad es a veces la culpable de muchas cosas

la página del concurso es

http://www.20minutos.es/premios_20_blogs/

saludos y gracias por detenerse a mirar un poco

Anónimo dijo...

cronicas malayas 4 president!!! xD

Anónimo dijo...

eso debe doler mucho, a que si?