martes, 28 de julio de 2009

El duelo de un melómano


Quizá para muchos sea una estupidez el interés que tengo por ese aparato tan comercial, pero señores es más que eso. Es una puerta que me lleva a lugares increíbles. Dándole play a esa cosa, yo podía pasar de un estado a otro sin necesidad de ningún quimico ni el efecto de ninguna hierba. Ahora tengo que escuchar las conversaciones estúpidas de la gente en el tranvía, los gritos de los niños en el autobús, las historias de las Marujas y sus problemas de varices, o mucho peor...la música de los demás.

Se ha comprobado científicamente que existen pocas actividades donde el ipod no es imprescindible para lograr la felicidad. Una de ellas es lanzándose un clavado en los grandes acantilados de Acapulco, y otra muy curiosa es durante el acto sexual, sin embargo, una mujer en Minnesota logró -a través de una justificación terapéutica- el permiso para ponerse su ipod mientras el marido la penetraba, y esto fue un escándalo.

Así como lo es para los neoyorkinos, la nueva propuesta del senador Carl Kruger al prohibir el uso de este aparato después de los numerosos accidentes producidos por el embelezo de los peatones al cruzar las calles. Todo por culpa de un chico de 23 años que no escuchó los gritos de otro que le decía: "¡Hey loco, cuidao con ese cooooch shit! Y como las ambulancias no frenan, incluso en los pasos de cebra, entonces se cargó con el pobre chaval y su ipod. Fue ahí cuando lanzaron entonces el coñazo: 100 mil dólares para los que no cumplan con esta normativa en proceso de ejecución.

El resto de las actividades humanas se mejora indudablemente con música aplicada directamente a los canales auditivos, hasta tal punto que a veces hasta merece la pena vivir. Pero hoy ha muerto mi ipod y no me pidan que no exagere pero allí estaban perfectamente ordenados, muchos años de música, imágenes y textos. Nojoda! Porque, en mi caso, la falta de fidelidad en la música me saca de mis casillas más que la falta de felicidad; porque, señoras y señores, aunque "suene" extraño, comparten más que un manojo de letras.

Ahora que coño voy a hacer mientras corro por el paseo marítimo? qué voy a escuchar cuando vaya al supermercado? o cuando haga una puta cola en el banco? o cuando me tumbe en la arena de la playa a coger sol? joder, que coño haré cuando quiera ver el sol cuando el firmamento se lo trague mientras escuchaba (In Rainbows) de Radiohead, o cuando camine entre la gente escuchando "Simpatía por el diablo" de los Rollings Stones? ¿eh?

domingo, 12 de julio de 2009

El nuevo Hombre de Occidente está entre nosotros


El nuevo hombre de occidente no es realmente un superhéroe pero casi que lo logra. Es un ser que quiere vivir en equilibrio porque desde su silencio entendió que la sociedad ha sido trastocada por lo que algunos llaman antivalores, elementos que al parecer han venido a atacarnos utilizando las más peligrosas armas.

Atacando a nuestros sentidos y dejándonos atontados, sumergidos en redes 2.0 y alejándonos cada vez más de la realidad. El pobre hombre de Occidente tiene una enfermedad mental llamada: Miedo. Acompañado de ansiedades, angustias, soledades, dudas, suposiciones, hipotecas, frustraciones, multas, decepciones, rabia ante las injusticias y un montón de regalitos más.

El nuevo hombre de occidente tiene miedos y convive con ellos. Unos huyen y otros se quedan para buscar soluciones. Algunos piensan en el suicidio y otros salen a correr o follan para olvidarse un poco del tema. Hay hombres de occidente que se sienten bien en sus trabajos y otros que preferirían hacer otra cosa. Unos van al gimnasio y otros a las discotecas, unos hacen yoga y meditación, otros escriben o hacen abdominales. Unos escuchan Electrónica y otros Haendel. Unos se vuelven Cristianos, otros Testigos de Jehová, unos Budistas, Mormones y otros se enrollan en temas de oscurantismo. Otros hacen todo a la vez. No hay estereotipos para calificar a esta especie tan compleja y tan maravillosa. Pero todos tienen algo en común: luchan por sentirse mentalmente estables.

El miedo es un crimen contra la mente. Para hacer bien su papel, también lucha para no dejarse aterrorizar. Sí, ya lo se. No existe la seguridad absoluta en el mundo porque ya la vida misma es un riesgo, pero él sabe que puede escoger cómo vivir su vida. Quizá dejando que las pequeñas cosas lo llenen de alegría. Salir a pasear al perro, experimentar cosas en la cocina, escuchar a sus padres al otro lado del teléfono, inclusive si te están dando caña, o aprovechar la soledad para leer y ser más fuerte.

El nuevo Hombre de Occidente sabe que está, como todo hombre, solo y desamparado, pero se cuida para no caer en la consecuencia del consumismo, utilizando todos los significados que le quepan. El moribundo Hombre de Occidente intenta no elegir la vida artificial, profundizando aún más el abismo entre él y la naturaleza, no quiere olvidar el significado humano de la vida que se manifiesta simple y llanamente en su relación con el otro.

Ánimo Hombre de Occidente...tú puedes!