sábado, 16 de enero de 2010

No quiero ser crucificado


Pues sí! Con el intimidante número 33 sobre mi historia podría pensar que es una cifra escabrosa, pero creo que no es así. Más bien creo que es mágica. Quiere decir que uno ha alcanzado la “Edad de Cristo”.

Pero yo de eso no he hecho nada, muy por el contrario excepto multiplicar alimentos poniéndole más maizena a las salsas y agua a los potajes. Lo del vino es otra cosa, y con todo respeto nadie puede compararse con ese Señor. Y entonces empiezo a hacer balances. Me despierto con treinta y tres años, y nadie me llama “mesías”. No tengo discípulos. No resucité ni a un avatar en el videojuego. No he caminado sobre el agua (ni siquiera haciendo esquí acuático)

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El lío con los 33 años no es histórico ni bíblico, es conceptual y sincrónico: ¿tener 33 años representa lo mismo que hace cien, quinientos o mil años, cuando la expectativa de vida era otra? ¿Qué quiere decir que uno cumpla 33 años? ¿Que aún está en marcha hacia algún lugar o que ya debería comenzar a colgar titulos en la pared? ¿Y si todavía sigue dando vueltas en falso? ¿Y si no tengo tantos títulos? ¿O una pared?

Si se construyera un nuevo Jesús, ¿a qué edad tendrían que crucificarlo? ¿Sería a los 27, como los muertos famosos del cine y la música? ¿Antes? ¿Después? ¿A qué edad se alcanza el punto alto de la vida y se está preparado para sacrificarse por la Humanidad? ¿Transmitirían la crucifixión por televisión o colgarían las fotos en el Facebook? ¿Quiénes serían los auspiciantes? ¿Habría publicidad en la cruz, o como dicen los publicistas
Product Placement? ¿Quiénes serían los comentaristas? ¿La transmisión tendría unos segundos de delay, como la entrega de los Premios Oscar, para asegurarse de que nadie diga algo políticamente incorrecto? ¿Habría un brake? ¿Quienes serían los otros dos crucificados? ¿Algún presidente? ¿Bob Esponja? ¿Angelina Jolie por querer tener una relación abierta? ¿Mel Gibson? ¿Yo?