jueves, 24 de abril de 2008

¿Preguntas? No, gracias!

He decidio no contestar a algunas preguntas que me han hecho. Sobre todo en el messenger, de hecho hace un tiempo que no aparezco por ahí ya que -para molestia de otros- permanezco completamente absorto ante la gente que me hace interrogantes que no me interesan o simplemente me parecen tontas. Y aunque me envíen

(((((((((((((((( zumbidos))))))))))))))))))))


o besitos de esos que cubren toda la pantalla por una boca roja, inmensa. Me repitan las preguntas, o ALCEN LA VOZ escribiendo en mayúsculas, yo permanezco callado por dos razones:

1. les hago pensar que me volvi ciego gilipollas
2. estoy en la ducha, cocinando o me fui y deje el bicho ese conectado.

A veces atribuyo esta nueva fase de mi vida a mi dependencia al Ipod, ese otro bicho que no me deja vida, inclusive ésta practica me ha traído serias consecuencias. A veces siento que como si estuviese dentro de un video de los Rollings Stones. 

Esa noche me llevé por delante a un señor como de 50 años. Venía yo en la Gran Vía escuchando un temazo de los Cypress Hill, y mientras cantaban "caminando por la calle siempre es peligroso oso oso" choqué con el señor y lo zampé directo a la acera. Gimiendo como un niño mientras se tocaba la nariz me decía cualquier cosa en un alemán muy duro. Acto seguido, se levantó como pudo y me dió dos hostias en la cabeza mientras su mujer me decía: ¿NO VEZ ES UN HOMBRE MAYOR? Mi respuesta fué una mirada como diciendo: NO LO VI. Me vine a casa con mi rodilla adolorida, si, la misma que me destrocé patinando. No dije nada.

Confieso que me dan pánico aquellos seres que preguntan demasiado, a no ser que las preguntas estén justificadas -como en una entrevista periodística- en el fondo pudieran ser los causantes de algunas grandes tragedias. Fijense en la persona que le preguntó al sacerdote brasilero, Adelir de Carli, ¿qué piensas hacer para recaudar los fondos para la pastoral de transporte? -un proyecto ideado por él mismo, para ayudar a los camioneros que llegan al puerto de Paranagua. El párroco se guindó mil globos de helio, subió por los aires con un GPS al que no sabía cómo manejarlo. Siguen cayendo del cielo trozos de globos, y de él? Nada.

La verdadera razón de mi nueva actitud ante las preguntas me la reservo. Sólo diré que me está gustando el silencio porque me llena de una extraña sensación de ausencia. En este momento me place estar desterrado de la multitud, sembrando en el torpe corazón de mis inquisidores un misterio que quizá los acompañe por mucho tiempo.

Sabemos que los que viven en el mundo del misterio son despiadadamente maltratados por el resto de la gente. Pero aún así, el silencio me hace un favor. Prefiero callar como los árboles que jamás dan una respuesta a la pregunta infinita de la tierra.

3 comentarios:

YSIK dijo...

Mi negro, callar es de sabios! Te Amo, y te extraño, un beso grande desde Berlín...

Unknown dijo...

wenas:

... silencios y mas silencios.... cuando quieras volver al mundo pues ahí seguirá la gente como siempre...

no se... esque, no me sorprende o sí...

creo que ... bueno es una solución desaparecer siempre hay otras pero ésta es una de ellas. La gente siempre suele desaparecer durante mucho tiempo y sé tanto lo que es desaparecer y también que desaparezca alguien por los motivos que sean, que en realidad aveces los motivos no son nada, simplemente lo importante es el hecho de desapaecer.
A veces también hay que pensar en las consecuencias de desaparecer, los posibles daños colaterales que eso puede ocasionar en los que no desaparecen o bien porque no pueden desaparecer o porque tomaron la decisión de no hacerlo ...

al final la decisión siempre termina siendo de uno, acertadas o equivocadas son nuestras y pase lo que pase después bueno o malo... sabremos que lo que venga será porque nosotros lo quisimos así, es mejor eso a que decidan por nosotros....



besicos y espero tu vuelta pronto

Adri dijo...

no es misterio el silencio de tu cuerpo, es presencia a la máxima potencia. el silencio .. si dios me hubiese dado el poder tuviesemos contabilizador de palabras diarias, de habérselo dado a Fernando Vallejo ni existiríamos, por suerte, ni él ni yo, pero, el silencio si, siempre nuestros. qie rico encontrarte entre silencios.