martes, 9 de diciembre de 2008

El eterno retorno

-"Estoy enfadado conmigo mismo"-, me dijo Bernardo. Sacó de su mochila una foto de él y su mujer en una playa del caribe, luego otra con él y su mirada perdida en esas cenas navideñas familiares y al final una de su mujer acompañada por otro hombre saliendo del cine de la Plaza de los Cubos en Madrid.

Y se le ocurrió que en realidad es bastante natural no saber qué es lo que se quiere, así que recurrimos a gran Milan Kundera: "El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores". Y de ahí nos colgamos para darle sentido a esa realidad mientras nos preguntábamos ¿dónde están los recuerdos del espíritu reencarnado?

Mientras encendía un cigarrillo me confesó que estaba seguro de que no existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.

Entonces el camamero le pidió que apagara el cigarrillo porque estábamos en "No Fumadores" y escupió con una estela de humo: "Lo que solo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto. Entre el bien y el mal está Nietzsche. Y entre la verdad y la mentira ¿quién está?

Bernardo es solitario y sin embargo hizo lo que pudo. Cogió una maleta, metió sus libros y sus discos, regó las plantas y dejó una nota en la puerta de la nevera: "Luisa Te amo pero debo decirte algo: Que te den!".

Y no lo culpo.

Bernardo quizá se sienta un poco jodido porque quiere aprender cosas después de grande y mientras aprende se da de hostias hasta sangrar, y se culpa tanto que enferma. Bernardo no se ríe de la gente, sólo intenta hacerlo mejor y en el intento, el duelo por no lograrlo lo consume, aparenta ser fuerte y por nada se desvanece.

Duelo huracanado que arrastra con todo. No se ríe de la gente, se autoflagela porque no es malvado. Es un desgraciado con ropa pero en verano se broncea sin camiseta en La Plaza. Dice que saldrá adelante con su verdad a cuestas y aunque la palabra tiene 6 letras, juntas son tan pesadas que sus rodillas se flexionan y llegan al piso hiriéndolas.

Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada.

Y razón tiene Milan Kundera al soltar estas tres perlas:

1. "Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad."

2. "¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?"

3. "La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra.

Y es que la naturaleza es tan fuerte que hasta en la poesía amatoria de todas las épocas una de las dos personas que conforman eso que llaman "pareja", desea cargar con el peso del cuerpo de la otra. Sublime. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida.

Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.

Y entonces abrió los ojos, hizo un click y montañas de mierda cayeron sobre él. Sigue ahí sentado sin saber qué pasará... y yo debo irme.

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