miércoles, 19 de marzo de 2008

Otra historia de vampiros


Lo último que recuerdo de aquella noche antes que el sueño me venciera, fue una dura lucha que tuve para darle sentido a un texto relacionado con el yoga, el poder de los vegetales, "las hierbas", el funcionamiento de las vísceras y la circulación de la sangre. Una mezcla fulminante que acabó con la poca creatividad que acompañaba mi insomnio.

De repente, me ví como sepultado entre una montaña de libros antiguos en una biblioteca pública de la República Checa. Estornudé tres veces por el polvo de aquellos grandes ejemplares y al quitar la telaraña a uno de ellos me topé por accidente con la increíble historia de Rottumberg Kristoff, el único caso registrado y del que se tengan noticias acerca de "un vampiro vegetariano".

Según lo que pude investigar en el mismo sueño- el Kristoff, vampiro heredero de una gran fortuna checa, libre de preocupaciones materiales, se dedicó desde muy joven a los placeres de la carne. Sin embargo, esa intensa vida nocturna, los constantes ataques a cuanta gente se interpusiera en su camino, la chupadera de cuellos a sus amigos post adolescentes y las incontrolables libaciones de sangre de todo tipo le produjeron, a la larga, como inevitable consecuencia de su vida despreocupada, una dolorosa enfermedad causada por el exceso de ácido úrico y un elevado número de glóbulos rojos.

Después de tratarse con los mejores médicos del país quienes fracasaron en su cura, sólo pudo combatir el mal sometiéndose a una estricta dieta en la que se excluían la sangre y todo tipo de carnes rojas. Fueron dolorosos los primeros tiempos de aquél pobre hombre que intentaba adaptarse al régimen. No obstante, según cuentan las remotas crónicas que pude traducir al castellano casi instantáneamente, a los 40 años se convirtió en vegetariano por completo.

Pero un bajón de ánimo y una posterior depresión causada por un telegrama enviado por Drácula donde le maldecía por semejante traición al gremio, se dedicó a atacar ahora con más fuerza, siempre de noche, clavaba sus filosos colmillos ahora en una nueva especie de víctimas pero manteniendo siempre su despiadado estilo.

No hubo venas de plantas con tallos gordos a las que no clavó sus dientes. Les caía encima y en una desesperada orgía solitaria, les succionaba toda la clorofila. Esas andanzas nocturnas lo volvieron muy pronto en el azote de los jardines de la comarca. No hubo una maceta, un porrón, una jardinera y hasta inclusive árboles que no tuvieran las huellas de sus dientes insaciables.

Éstas amas de casa desesperadas -no las tias de la serie gringa Desperate Housewife- vieron arruinarse sus materas, sus helechos y las flores cuidadas con cariño. Apenas las sombras de la noche cubrían las calles, se le veía montado en los tejados para asechar a las indefensas plantas que la gente sacaba a sus balcones. Luego en la mañana todo era muerte y desolación en el ornato del pequeño pueblo. Centenares de macetas con la flora destrozada por la succión de aquel extraño vampiro verde yacían rotas por todos lados. El maldito al final les chupaba incluso la raíz comiéndosela como postre.

Kristoff como todo vicioso fue aumentando noche a noche su ración. Y para cualquiera que esté familiarizado con el sistema digestivo de un vampiro, es fácil comprender que requiriéndose un mínimo de sangre para mantenerlos vivos, y siendo las plantas mucho más pequeñas y limitadas en líquido, se necesitan por lo menos trescientos helechos, cien cayenas y unos ciento cincuenta rosales para calmar el apetito de un vampiro vegetariano.

Muchas veces el hombre fue víctima de las tradicionales palizas y persecuciones que siempre han sufrido los miembros de esta estirpe. Centenares de marujas, viejitas, vendedoras de flores, dueñas de viveros al descubrirlo pegado a las plantas poseído en la succión, le lanzaron piedras y palazos y hasta le rociaban veneno para insectos, pero no había manera.

Fue en la primavera de 1902, ya bastante anciano, cuando le llegó el fin a este corruptor herbáceo. Una noche, mientras asaltaba a una hermosa y frondosa enredadera, sin darse cuenta fue cubierto por el follaje que lo fue aprisionando todo sin que sus enclenques músculos pudieran zafarse de las ramas. Al llegar las primeras luces del alba aún estaba allí tratando desesperadamente de escapar. Pero se quedó en el sitio. El cadaver verdoso fue arrancado después de varias horas de lucha por un grupo de vecinos y luego sepultado en las afueras.

$"·/&(%/·&%$//$) (sonido del mi móvil)

Exaltado me desperté casi al mediodía y al ver que todo había sido un sueño y que ya era tarde para entrar a mi curro, decidí escribir un final a esta historia, esta vez desde la perspectiva de la vida real:

Se dice que en el sitio donde fue sepultado Rottumberg Kristoff, se levanta un extraño árbol rojo con millares de flores de distintas plantas; y que en las noches, si alguien se acerca, el viento mueve una rama cariñosa que entierra suavemente dos espinas en la garganta de la víctima, y al retirarse, le deja los minúsculos puntos sangrientos destilando néctar.

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